NUESTRA MIRADA DE TRABAJO SOCIAL
ARTÍCULO 1; EL PAÍS 17 AGOSTO 2021
El arduo camino para dejar la chabola y habitar una vivienda socialComo trabajadores sociales nos encontraremos con situaciones como estas, en las
que tengamos que ayudar a los usuarios a adaptarse a su nueva vida. El cambio
siempre da miedo y salir de la zona de confort es un esfuerzo que hacemos todos
los humanos, en este caso aunque sea para mejor también lo es.
La intervención social durante 12 años en el asentamiento de la Alquería de las
Moreras, un polígono de Valencia, evidencia la dificultad para introducir a estas
personas en la sociedad y en su caso cambiar de viviendas.
Un caso real es el de María y su hija Rocío. Su madre le puso ese nombre por la
trabajadora social que ayudó a cambiar sus vidas, Rocío Moya. La menor nació en
la chabola y ahora gracias al gran trabajo del equipo social, viven en un piso. Como
la familia de María hay 4 más de las cuales todas han podido ir a vivir a un piso con
agua caliente, luz, ventanas y puertas seguras.
Esta larga intervención, que aún continúa, deja ver las enormes dificultades para
acabar un problema que padecen las principales ciudades y que no se deja ver de
forma frecuente. Los trabajadores sociales como Rocío saben que la vivienda por sí
misma no resuelve un problema mucho más profundo, es decir, a largo plazo el
hecho de cambiar la vivienda no es la solución, antes se debe normalizar aspectos
relativos a la exclusión. Lo primero que se debe hacer es ganarse la confianza de
los usuarios, más tarde hay que trabajar los aspectos de alfabetización y arreglar la
situación legal. Todo este proceso hace que al final se acabe formando una relación
personal.
El trabajo es muy satisfactorio ya que esos niños han vivido un cambio significativo
en sus vidas ya no vivirán excluidos y tienen un futuro digno.
ARTÍCULO 2; EL PAÍS 19 ABRIL 2021
El malestar de los servicios sociales de Barcelona se dispara tras un año de
pandemia
Las ocupaciones, pintadas o pedradas a cinco centros de la ciudad, sin condena
oficial, colma el vaso de un equipo sobrepasado por la crisis.
Los trabajadores de los servicios sociales del Ayuntamiento de Barcelona llevan
años saturados y reclamando más medios humanos y materiales. La pandemia y la
crisis económica y social han sido el colmo, con un máximo histórico de personas
atendidas (casi 90.000 en 2020). El otoño pasado alertaron de que su situación era
“crítica” y exigieron al gobierno una respuesta “valiente y contundente” al tsunami de
necesidades. La gota que ha colmado el vaso han sido las ocupaciones, pintadas o
pedradas a cinco centros de la ciudad, que no tuvieron condena institucional.
Hablan de “menosprecio” y “falta de reconocimiento” por parte de los políticos e
instituciones. Este martes han convocado una protesta por lo ocurrido.
Los 800 profesionales sociales están quemados a causa de la situación: faltan
medios, acumulan desgaste emocional por la convivencia con familias que lo pasan
fatal (en 2020 las ayudas para comida se quintuplicaron); sobrecarga de trabajo;
tensión de la atención telefónica desde casa durante la pandemia y con recursos
propios (teléfonos y ordenadores...)
A diferencia de otros equipamientos ellos no han cerrado en toda la crisis sanitaria.
Media plantilla ha estado en los centros y la otra teletrabajando. En octubre tuvieron
un refuerzo de 30 profesionales pero llegó tarde, era insuficiente y temporal.
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